Colonia de Castores (6–7 años)
La Colonia de Castores acoge a niños y niñas de entre 6 y 7 años: una etapa llena de ilusión, curiosidad y ganas de descubrir el mundo. Es el momento en el que comienzan a salir de casa y a abrirse a los demás, observando todo con asombro y desarrollando su creatividad.
En la Colonia aprenden a convivir en grupo y a participar activamente en actividades junto a compañeros de su misma edad. Su lema, “Compartir”, fomenta la igualdad, la solidaridad y la cooperación como pilares básicos de su desarrollo.
Durante esta etapa adquieren pequeñas responsabilidades, tanto personales como colectivas: desde los hábitos de higiene y orden, hasta la comprensión de que “cada cosa tiene su sitio” y que todos debemos colaborar para recoger después de cada actividad.
Los castores se van convirtiendo así en personas más autónomas, capaces de resolver situaciones cotidianas y de adquirir habilidades que les acompañarán a lo largo de su vida infantil, juvenil y adulta.
Las excursiones, campamentos y visitas educativas les ayudan a descubrir el entorno, compartir experiencias y despertar su interés por el aprendizaje. A través de juegos y canciones desarrollan rutinas, aprenden a asumir responsabilidades y descubren que el juego es también una poderosa herramienta para crecer y aprender.

Manada de Lobatos (8–10 años)
Tras su paso por la Colonia, y al cumplir los 8 años, los niños y niñas pasan a formar parte de la Manada de Lobatos, un espacio donde la imaginación, la curiosidad y el juego se convierten en herramientas de aprendizaje y crecimiento.
Su compromiso es claro: “Haremos lo mejor”. En esta etapa, el juego es su principal medio para descubrir el mundo y aprender a convivir. El marco simbólico de “El Libro de las Tierras Vírgenes” de Rudyard Kipling inspira a los lobatos y lobatas, que crecen guiados por sus educadores, los “Viejos Lobos”, aprendiendo a comunicarse en un lenguaje cercano y adaptado a su edad.
La Manada se organiza en pequeños grupos llamados seisenas, donde cada lobato asume responsabilidades, aprende a colaborar y a trabajar en equipo, fortaleciendo sus hábitos sociales y su sentido del compromiso.
A través del juego, descubren el valor del respeto —hacia sí mismos y hacia los demás—, y comienzan a construir sus propios valores personales. En los talleres, adquieren nuevas destrezas y habilidades; y en las excursiones y campamentos, aprenden a desenvolverse con autonomía y seguridad.
Los lobatos y lobatas se inician así en el Gran Juego de la Vida, con la ilusión de crecer sanos, fuertes, curiosos y capaces de superarse cada día, descubriendo el mundo con ojos nuevos y un espíritu alegre.

Rama Scout (11–13 años)
Al alcanzar los once años, llega el momento de formar parte de la Rama Scout, una etapa en la que el deseo de aventura se une al crecimiento personal y a la afirmación de la propia identidad. Es el tiempo de descubrir quiénes somos, de asumir nuevos retos y de aprender a convivir con los demás desde la responsabilidad y el respeto.
En esta sección, la vida se organiza en Patrullas: pequeños grupos donde cada scout encuentra su lugar, asume compromisos y participa en la toma de decisiones. Cada patrulla elige a sus propios líderes y planifica sus actividades con la orientación de los educadores, fortaleciendo así el sentido de autonomía y cooperación.
El contacto directo con la naturaleza, las acampadas y las actividades al aire libre les permiten desarrollar destrezas, aprender a superar dificultades y valorar el trabajo en equipo. La imaginación da paso a la sed de aventura, al aprendizaje práctico y al crecimiento interior.
A través de las Especialidades, los scouts descubren sus talentos y profundizan en aquellas áreas que más les motivan, abriendo el camino hacia sus futuras aficiones e intereses personales.
La Rama Scout enseña a tomar decisiones individuales y colectivas, a actuar con compromiso y a servir a los demás. Su lema, “Siempre listos”, resume el espíritu de superación, entrega y disponibilidad que caracteriza a esta etapa.

Unidad Esculta (14–16 años)
Al cumplir los 14 años, los chicos y chicas comienzan una nueva etapa en la Unidad Esculta, un momento decisivo en el que las ideas, los interrogantes y las ambiciones personales empiezan a tomar forma. Es el tiempo de construir su identidad, de definirse y de asumir un papel activo en el mundo que los rodea.
En esta etapa, el grupo cobra una importancia fundamental. Los escultas se convierten en jóvenes comprometidos y activos, que no aceptan un ocio pasivo o impuesto, sino que buscan crear, participar y transformar su entorno. Elaboran sus propios proyectos, se implican en el servicio a la comunidad y desarrollan un fuerte sentido de responsabilidad y pertenencia.
Los escultas conciben sus Empresas o Proyectos desde la idea hasta su ejecución, siendo los verdaderos protagonistas de su proceso educativo. Los educadores acompañan y orientan, pero son los jóvenes quienes lideran sus iniciativas, asumiendo la responsabilidad de sus decisiones y aprendiendo de cada experiencia.
Durante esta etapa, comienzan también a reflexionar sobre su futuro: sus estudios, su vocación y su papel en la sociedad. Aprenden a fijarse metas personales y profesionales, y entienden que el esfuerzo, la constancia y el cuidado de la salud son la base para crecer como adultos plenos y equilibrados.
La Unidad Esculta es, en definitiva, una etapa de descubrimiento, compromiso y crecimiento personal, donde cada joven empieza a diseñar el cambio que quiere ver en el mundo.

Clan Rover (17–20 años)
La última etapa de la educación scout es el Clan Rover, formado por jóvenes de entre 17 y 20 años. Ser rover significa vivir intensamente cada paso, tomar las riendas del propio camino, construir un proyecto de vida y comprometerse activamente en mejorar el mundo.
Los rovers se implican tanto de forma individual como colectiva en acciones de cambio, esforzándose por crecer como personas y ciudadanos comprometidos. Elaboran sus propios proyectos personales, se fijan metas y se apoyan mutuamente en su proceso de madurez, fortaleciendo su autonomía y sentido de responsabilidad.
En esta etapa, los jóvenes hacen suyo el espíritu scout de “dejar el mundo en mejores condiciones de cómo lo encontramos”. Son agentes de transformación social que colaboran, dinamizan y ayudan a los demás desde la esperanza de construir una sociedad más justa y solidaria.
Podemos encontrarlos participando activamente en su barrio, en su entorno educativo o laboral, promoviendo iniciativas de voluntariado y liderazgo, muchas veces sin que nadie sepa que son scouts. Su lema es sencillo, pero profundo: “Servir”.

Kraal de Scouters
El Kraal de Scouters está formado por los educadores y educadoras voluntarios que hacen posible el día a día del grupo scout. Son personas jóvenes y adultas comprometidas con la educación en valores, que dedican su tiempo, esfuerzo y entusiasmo a acompañar a niños, niñas y jóvenes en su proceso de crecimiento personal.
Los scouters planifican, preparan y coordinan las actividades de cada rama, asegurando que el método scout se aplique de manera coherente, progresiva y adaptada a cada edad. Su labor va mucho más allá de la organización: son guías, referentes y ejemplos de compromiso, coherencia y servicio.
Dentro del Kraal se fomenta el trabajo en equipo, la formación continua y la reflexión educativa. Cada scouter asume responsabilidades concretas y participa en la toma de decisiones que marcan la vida del grupo. La confianza mutua, el diálogo y la ilusión compartida son las bases que sostienen su labor.
Ser scouter es vivir el escultismo desde el servicio, acompañando y aprendiendo al mismo tiempo. Es creer en la capacidad de cada joven para cambiar el mundo, y trabajar cada día para que ese cambio sea posible.


